TEXTO GANADOR DEL PRIMER DUELO ENTRE MUJERES (15/08/06)
Por Magalí Flaks
La primera vez que lo vi a Messi me observaba con la cara achicharrada desde un paquete de chizitos. Sonreía impasible mientras que Romina, otra vez embarazada y con varios kilos demás, acomodaba Messis y más Messis por toda la mesa, con la excusa del antojo y el partido de argentina.
Ante mi cara de asombro por la cantidad de paquetes que seguía incorporando, mi amiga se disculpaba bajo el famoso "es que somos tres" con cara de ser padres hoy mientras acariciaba su panza de todo, menos de embarazada.
Porque no les conté. Romina estaba embarazada exactamente de 15 días.
Pero eso era más que suficiente para que se torne un ser insoportable.
Cuando Romina se embaraza (cosa que ocurre muy seguido) el hábito de fumar le parece espantoso. También el hábito de salir, el hábito de coger y cualquier otro hábito que ella considerara no poder realizar por su incipiente estado.
Todavía hoy me cuesta creer que es la misma que alguna vez supo ser mi más descontrolada compañera de salidas nocturnas.
Ahora se había convertido en …eso. En la Patricia Miccio versión Paternal. En MAMÁ. En mi mamá, cosa que es peor.
"No puedo creer que sigas sola", tira al pasar y sigue acomodando en la mesa la brutalidad de porquerías que compró.
Yo amagué a sacar un pucho para no tener que mandarla a la mierda cuando me frenó con "nooo, eh?" para luego mirarme sonriente Patricia Micchio, Romina, o quien quiera que fuere ese demonio que estaba ahí enfrente mío y que volvía a acariciarse la panza, recordándome lo lejos que había quedado mi querida amiga.
Sin poder fumar, mi ansiedad aumentaba. Mi odio aumentaba.
La puteada era ya un hecho cuando me empujó con su culo gordo, me miró prácticamente con desprecio y me dijo "Ay, Maga, con razón no conseguís a nadie, estas muy flaca, das asco!"
Mirándola a los ojos, desafiándola, abrí el primer Messi y empecé a tragar.
Por suerte empezó el partido, y si bien jamás me interesó el fútbol, me dediqué a mirar casi hipnóticamente los hombrecitos que iban y venían sobre el fondo verde.
Pero Romina no se callaba.
Al décimo paquete de Messi (ya no distinguía ni qué era lo que estaba comiendo) y mientras mi amiga detallaba las propiedades proteicas de la placenta, empecé a sentir náuseas. Abrí la heladera buscando desesperada algo para tomar.
Desde la Pepsi de litro y medio, Messi me esperaba otra vez.
No sé si eran la cantidad de Messis que había estado ingiriendo, pero me pareció que era el único que me entendía.
Guiñándome un ojo y con su pulgar arriba, me daba fuerzas para seguir aguantándola.
Inclusive cada vez que Romina hacía un comentario, lo miraba buscando apoyo. El me consolaba, siempre pulgar arriba, recordándome que todo estaba bien.
Ese día Argentina perdió y quedó fuera del mundial.
Debo admitir que lo aproveché de excusa para irme, diciéndole que me había quedado muy angustiada y necesitaba estar sola. Al principio se enojó. Pensé que me había descubierto. Pero luego se lamentó diciendo "pero iba a hacer unos raviolitos"…y finalmente me dejó ir. Mientras agarraba mis cosas podía ver de fondo paquetes y paquetes de Messis vacíos por todos los rincones.
Camino a casa empecé a transpirar como una bestia. Traté de calcular la cantidad de paquetes que me había bajado, pero no podía. Sentía nauseas otra vez y estaba mareada. Llegué a casa y me acosté.
Esa noche tuve un sueño de los más extraño. Soñé que era Messi.
Cuando me levanté la mañana siguiente me sentía mucho mejor. Estaba renovada.
Llegue a la oficina donde obviamente estaban todos reunidos opinando sobre el partido del día anterior. Entre ellos Nicolás, el de impuestos.
Si Nicolás pudiera, cambiaría su cabeza por una pelota. Sería lo mismo, nadie se daría cuenta. Pero estaba bárbaro, así que me importaba muy poco lo que pensara.
O en realidad lo que no pensara. Porque no pensaba en nada. Solo fútbol.
Apoyé mis codos en la pared del box que nos separaba y me puse a escuchar los comentarios.
Me sorprendió mi propia voz cuando declaré:
"Y es que con 17 años, 10 meses y siete días, Messi se convirtió en el goleador más joven de la historia del Barca. Marcó ante el Albacete un magnífico tanto de vaselina, minutos después de que el árbitro le hubiera anulado, por fuera de juego, una acción calcada, pasó del juvenil al equipo filial (Barcelona B) durante la temporada 2003-04.."
Todos se quedaron callados, prácticamente congelados. Lo único que se movía era el humito del café de la taza de Ramírez. A Nicolás le brillaba la mirada.
Volví a sentarme en mi box sonrojada de mi propia performance. Los chicos reanudaron su charla y se les iba sumando gente. De vez en cuando se asomaban a preguntarme mi opinión sobre algún tema. Yo respondía con una naturalidad increíble.
Antes de bajar a almorzar tenía a todo el plantel de impuestos y medio legales escuchando mis declaraciones. Me sentìa dios. Bah, me sentía Messi.
Al mediodía me pedí un pollito y ensalada para alivianar un poco el estómago después de tanto desbarajuste. Cuando salí de almorzar, Ramírez, Nicolás y los demás chicos me invitaron a fumar un cigarrillo al patio. De repente Ramírez arremetió con la pregunta de si creía que Ronney era tan bueno como Messi.
Me quedé callada. Noté que mis poderes estaban desapareciendo. Debía haber sido el pollo, más aún, el agua. Me había olvidado de todo.
Apagué mi pucho recién prendido y nuevamente con la excusa de que realmente me afectaba todo esto de haber quedado fuera del mundial di media vuelta para irme.
Pero Nicolás me tomó del brazo muy fuerte y me arrastró hasta donde estaba parado.
"Yo te entiendo", me dijo mirándome a los ojos. "Después hablamos", concluyó.
No había duda. En sus ojos había amor.
A la tarde recibí un mail suyo invitándome a cenar cuando terminara el mundial (Nicolás no podía perderse ni un partido).
Era mi oportunidad., pero necesitaba más Messis.
Durante los días que siguieron mi plan se basó fundamentalmente en mantenerme en forma para la cita, para que, dos días antes del encuentro, pudiera atragantarme sin culpa a puro Messi para estar diez puntos. No podía fallar.
Para que no descubriera que ya no podía ni describir un arco, me dediqué a evitar a Nicolás. La mentira era siempre la misma. Sorprendentemente, lo afectada que me ponía el tema del mundial solo despertaba más pasión en él, que respetaba mis silencios a ultranza. Todo marchaba a la perfección.
Dos días antes de la cita, mi dirigí a Suerte, el mercadito chino de la vuelta de casa.
Carlos Mein – nacionalizado regente coreano del establecimiento – me recibió con su habitual sonrisa y calidez.
Le correspondí agachando la cabeza y empujando el chango grande, me dirigí directo a la sección de snaks.
Pasé varias veces delante de la góndola antes de comprobar que ningún paquete tenía la cara de Messi. Volví a Carlos y le pregunté donde podía conseguirlos.
El Sr. Mein, muy atento como siempre, señaló unos chizitos normales asegurándome que eran los mismos, con un envoltorio diferente.
Risueña por la inocencia que caracteriza a esta cultura, le explique que no, que no eran los mismos, y que yo necesitaba de los de Messi.
Carlos, ya no tan paciente, me contestó que los habían retirado la semana pasada porque estaban vencidos y que eran los mismos, mientras prácticamente clavaba el paquete del tigrecito en mi pecho.
Con los dientes apretados y colorada de la furia, insistí que me importaba tres carajos que estuvieran vencidos y que necesitaba los de Messi.
El Sr. Mein, disparó con su típico recurso de "no entiendo" y comenzó a retroceder mientras yo ensayaba un último intento de apuñarlo en el pecho con un billete de 50 pesos mientras le gritaba "entendés Mein? Ahora entendes que quiero los de Messi?
Nunca pensé que Carlos pudiera poner los ojos tan redondos
Dice el oficial que solamente después de que lo acogoté y le di la cabeza contra la góndola de congelados, el Sr Mein decidió aplicarme una toma oriental a la nuca y me desvanecí. Le creo porque Carlitos siempre fue muy respetuoso.
También me dijo que el golpe en la boca me lo propició una enfermera, en pos de calmarme me noqueó cuando, tomándola del pelo le grité "no, suero no! que hacés, pelotuda, poneme Pepsi!!!".
El oficial guardaba la muestra del mechón de pelo como prueba. Podía decirse que hacía varios meses que esa chica no se teñía. Es que los enfermeros ganan una miseria.
Puesta en libertad tras las preguntas del rigor, caminaba meditabunda en dirección a casa cuando se me cruzó una pelota. De la vereda de enfrente un grupo de muchachos me alentaba alegremente para que la devolviera.
Cuando traté de patearla, resbalé y me caí al piso. La pelota ni se movió. Los pendejos de mierda se cagaban de risa. Estaba perdida.
Llegando al quiosco de diarios de la equina de casa, sonó el celular.
Era Nicolás para confirmar la cita. Le iba a decir que no cuando vì el Olè flameando desde la puntita del quiosco. Le ofrecí encontrarnos a las nueve en el Locos por el Fútbol de Caballito, tiempo suficiente para estudiarme el olé, hacerme un buen cavado, y que sea lo que dios quiera.
Quien dice quizás, siguiendo la estricta rutina de estudiarme el Olé todos los días, terminemos juntos y felices comiendo raviolitos en lo de Romina.